Conseguir buenas imágenes en situaciones de alto contraste, ha sido el caballo de batalla de los fotógrafos durante la historia de la fotografía.
En tiempos de la película, se recurría al uso de filtros neutros, degradados, dobles exposiciones sobre la misma placa o el trabajo en el cuarto oscuro, para mediante el uso de máscaras, tapados y el sistema de zonas, conseguir una imagen equilibrada.
Con la tecnología digital, nos trasladamos del laboratorio químico al uso del software de edición, como photoshop, para generar una imagen a partir de varias exposiciones, con una gran dosis de artesanía digital para conseguir un buen resultado.
Esta técnica, la fotografía HDR, se ha universalizado con la introducción de nuevo software, diseñado especificamente para este fin, como los plugins incorparados en las últimas versiones de photoshop o programas especializados como Photomatix o Qtpfsqui. Estos programas además de fusionar las fotografías, incorporan la función de mapeado, que es donde intervenimos dándole la estética final a la imagen.
Estos softwares han posibilitado que estas técnicas de toda la vida, hayan llegado al gran público, que con unos conocimientos básicos, pueden conseguir en pocos pasos imágenes espectáculares.
Desde un punto de vista estético, se necesita algo más que buena intención para conseguir un buen HDR, hay que saber que buscamos, porqué y como. La clave estética está en el uso correcto del mapeado, que es donde personalizamos la fotografía.
Si la imagen de partida no es buena, dificilmente obtendremos una buena imagen final. Un mal uso del mapeado puede convertir una buena imagen, en una imagen HDR vulgar. Esto es común al observar imágenes HDR en Flickr, se pueden ver obras muy bellas junto a otras de dudosa y chirriante belleza. Ojo a todo esto.